Los tiempos en los que el líder lo definía la jerarquía dentro de una empresa están llegando a su fin. Cierto es que el “poder” reside en aquel que contrata y paga, pero para nada le da la posición más respetada. Gracias a la evolución de la especie humana, la tendencia apunta a que el equipo funcione de manera autónoma, después de una buena formación para que luego, tenga la suficiente independencia para tomar las decisiones correctas. Eso no invalida ni quita autoridad “al más grande”, sino todo lo contrario, ya que saber delegar en aquellos que contrataste y ver que por sí solos ejecutan a la perfección  ¡¡ te corona !!.  

Desde la desaparición de “Un trabajo para toda la vida “ ya no tiene sentido el trabajar por un sueldo asociado a un horario perenne, sino que el valor está en el resultado de un trabajo realizado desde la motivación, compatibilizándolo con la vida familiar y social. Y más en la actualidad, envueltos en continuas restricciones por la pandemia provocada por la Covid-19, en la que, si algo hemos aprendido es a valorar nuestro tiempo y libertad.

Así pues, el líder debe generar confianza para obtener el compromiso. Inspirar a las personas que contrata para que su influencia y ejemplo den un lugar a cada trabajador. ¿Y cómo? Pues trabajando por el bien común, haciendo parte del proyecto a quien esté en él y mostrándole que son pieza clave en un único puzle.  

Muchas de las profesiones que hay en el sector de la construcción se desarrollan en condiciones durísimas, a veces por las inclemencias del tiempo, o por el esfuerzo físico en la manipulación, traslado y colocación de materiales. Un buen líder escucha a aquel que está de continuo al pie del cañón, marcando objetivos reales y alcanzables, consiguiendo hacer sentir a los miembros de su equipo que le importan de verdad.

Formar parte del organigrama de la empresa, recibir formación y beneficios son pilares fundamentales para que un trabajador se comprometa con la empresa, sienta que quiere que las cosas funcionen, el famoso WIN WIN, en el que todos sacan provecho.

¿Por qué no existe la filosofía de premiar el compromiso? ¿Por qué no bonificar un trabajo realizado antes de lo previsto? ¿Qué podría tener más valor que conseguir la implicación? 

Se acabó la ridícula posición de aquel que ordenaba a golpe de gritos. Ante una persona de carácter, el grito provoca la réplica inmediata, siendo de justicia que esta sea en el mismo tono y volumen. En cambio, una persona de carácter más débil se mostrará hundido, desanimado, decepcionado. Estamos en tiempos de refuerzo positivo, de valorar lo alcanzado, de crear protocolos para evitar errores y aprender de estos.

“Forma bien a la gente para que pueda marcharse. Trátales mejor para que no quieran hacerlo” Richard Bronson.-